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¡No olvides tu niño interior!

Por Renata Arellano Fernández

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¿Te acuerdas cuando creías en Santa Claus y el ratón de los dientes? ¿Lo real que se sentía? ¿Recuerdas algo que te haya sorprendido inimaginablemente? ¿Lo curioso que eras? ¿Cómo querías ser adulto?

 

Cuando éramos niños nos sorprendíamos fácilmente cada vez que descubríamos algo nuevo, la inocencia que venía con esa sorpresa era magnífica, apenas estábamos descubriendo como funciona parte del mundo. Aún de adultos seguimos descubriendo cómo funciona todo, solo que ahora nuestra mente ya no se sorprende con la misma magia de antes. De pequeños, encontrábamos todo fascinante, ahora el mundo, la vida y la sociedad han corrompido esa parte de nosotros. ¿Cuándo fue la última vez que sentiste alguna mágica sorpresa por aprender algo nuevo? ¿Cuándo fue la última vez que sentiste la inocencia de creer en lo bueno?

 

Esta cuarentena me puse a darle clase de pintura a mis vecinos chiquitos, son nueve entre las edades de 4 a 13 años. Me encanta verlos admirar los colores y divertirse manchándose la ropa, disfrutar empaparse con la manguera y reírse hasta que les duelan los cachetes. Una de las primeras clases que les di fue de derretir crayolas y pintar bajo esos colores. Ver sus caras descubriendo cómo se ve la crayola derretida y tantos colores mezclados, cómo al derretirlas parece que es una lluvia de arcoiris; es como si vieras un pequeño brillo en sus ojos (sí, muy romántica la cosa, muy de película). 

 

Durante las clases que hemos tenido, creo que me he dado cuenta de cuánto quiero ser mamá, pero más que nada de que incluso nosotros podemos aprender de los niños chiquitos. Ellos cuestionan todo, son curiosos y todo buscan saber para ser como los adultos. ¿Apoco no todos tenemos un sobrinito o primito que a todo pregunta “porqué”? Y te sigue hasta que le contestes y sigue preguntando, literalmente. Últimamente estoy hipnotizada con la capacidad que tienen los niños de sorprenderse, de imaginar y admirar hasta lo más simple. El otro día, mis alumnitos encontraron una libélula que brillaba como azul con los rayos del sol, la libélula ya estaba muerta y en el suelo, pero ellos estuvieron sentados observando lo bonita que estaba como 10 minutos y luego la pusieron sobre una hoja y la cambiaron de lugar para que “estuviera en paz”. No porque los niños sean menores que nosotros quiere decir que sean tontos o algo así, ellos nos pueden enseñar mucho de esa bondad incondicional. Tendemos a subestimarlos porque aún les falta mucho que aprender, pero entonces, ¿por qué los adultos (ya con más años de experiencia y aprendizaje), solo por madurar, perdemos esa bondad?

 

Cuando crecemos y “maduramos” nos enfocamos en atender a nuestras responsabilidades y obligaciones, pero a veces se antoja volver a ser niño sin preocupaciones y con la libertad de poder admirar el color de una libélula. La verdad es que es difícil balancear el seguir siendo curioso por la vida con todo lo que tenemos o debemos hacer. Sin embargo, esta cuarentena tenemos más tiempo que nunca para disfrutar de pequeños placeres que hay en nuestro entorno. El cafesito mañanero en el jardín, apapachar a nuestras mascotas, observar a los colibríes en las flores, etc. Al final, eso es lo que hacen los niños, observar y maravillarse, incluso con los adultos; admirar los gestos de otra persona. A pesar de todas nuestras actividades que consumen tanto tiempo, es importante tratar de mantener el espíritu de nuestro niño interior vivo y conservar esa pureza y nobleza de un chiquito. Mantener la creatividad, la curiosidad, la capacidad de admiración y de observación. Tal vez, a través de la pintura, de ver películas infantiles o de fantasía, de convivir con pequeños y escucharlos asombrarse con la vida. 

 

Como lección es importante que no subestimemos a los pequeños y que más bien los escuchemos y aprendamos de ellos como ellos aprenden de nosotros. Todo lo que logremos reflexionar durante la cuarentena es para que una vez que regresemos a la “normalidad” no lo perdamos sino lo sigamos reforzando en la vida diaria. Seamos más nobles con nuestro alrededor y nuestro mundo, seamos más bondadosos con las personas que nos rodean, sigamos aprendiendo y maravillémonos con la vida. ¡No olvidemos nuestro niño interior!

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Fotos vía Unsplash

© 2020 by Glas. 

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